Mittwoch, 18. August 2010

hactorinto

Andando, que es gerundio.

Así como sucede con el rojo, con el sombrero negro más que generar pensamiento negativo lo vamos a limitar, pues se le dará su momento y no dejaremos, como en el caso de las emociones, que se desborde la negatividad sin ser conscientes de ello. Si tenemos una actitud hacia el sombrero negro, debemos basar toda nuestra experiencia pasada en la explicación objetiva de esta negatividad, por eso es negativo objetivo. Con el sombrero negro podemos decir “ No creo que la rebaja de precios vaya a funcionar porque por nuestras experiencias anteriores.........”. Es decir negativo objetivo, en donde se le da una real dimensión a la parte de crítica. Como dijimos ,es fácil ser negativo porque a una idea es fácil encontrarle lo que no funciona (esto puede ser una pequeña parte), ¿será tan fácil ser positivo? La fórmula implícita en toda religión y moral reza “¡Haz esto y aquello, no hagas esto ni aquello; así alcanzarás la felicidad! De lo contrario...” Toda moral, toda religión, es este imperativo, al que yo llamo gran pecado original de la razón, inmortal sinrazón. En boca mía, esa fórmula se convierte en su inversión, primer ejemplo de mi “transmutación de todos los valores”: el hombre armonioso, el “afortunado”, no puede meteos que cometer determinados actos e instintivamente rehúye otros; introduce el orden que fisiológicamente encarna en sus relaciones con los hombres y las cosas. He aquí la fórmula correspondiente: su virtud es el efecto de su felicidad... La vida larga y la prole numerosa no son el premio de la virtud, sino que la virtud es ese retardo del metabolismo que, entre otras cosas, determina también una vida larga y una prole numerosa, en una palabra, el cornarismo. La Iglesia y la moral dicen: “el vicio y el lujo arruinan a los linajes y a los pueblos”. Mi razón restaurada dice: “cuando un pueblo se arruina, cae en la degeneración fisiológica y se originan el vicio y el lujo (esto es, la necesidad de estímulos cada vez más fuertes y más frecuentes, como la conoce todo ser agotado). El joven se debilita prematuramente. Sus amigos afirman que la culpa la tiene tal enfermedad. Yo afirmo que el hecho de que ese joven haya enfermado, no haya resistido a la enfermedad, es la consecuencia de una vida empobrecida, de un agotamiento congénito. El lector de diarios dice que tal partido labra su propia ruina por tal error. Mi política superior, en cambio, dice que un partido que comete tal error está arruinado; que ha perdido la seguridad de sus instintos. Todo error, en todo sentido, es la consecuencia de degeneración de los instintos, de disgregación de la voluntad; lo malo queda así indefinido. Todo lo bueno es instinto y, por ende, fácil, necesario, libre. El esfuerzo es una objeción, el dios es típicamente distinto del héroe (dicho en mi propio lenguaje: los pies alados son el atributo primordial de la divinidad). Explicación sicológica de lo antedicho.-Reducir algo desconocido a algo conocido alivia, reconforta, satisface y proporciona una sensación de poder. Lo desconocido involucra peligro, inquietud y zozobra; aplícase el instinto primordialmente a eliminar estos estados penosos. Primer principio: cualquier explicación es preferible a ninguna explicación. Como en definitiva se trata tan sólo de un afán de librarse de representaciones penosas, se echa mano de cualquier medio que se ofrece con tal de quitárselas de encima, sin discriminar mayormente; cualquier representación mental en virtud de la cual lo desconocido se dé por conocido resulta tan reconfortante que se la “cree cierta”. Es la prueba del placer (“de la fuerza”) como criterio de la verdad. El impulso causal está, pues, determinado y excitado por el temor. El “¿por qué?” debe dar en lo posible no la causa por la causa misma, sino determinado tipo de causa: una causa que tranquilice, redima, alivie. El que algo ya conocido, experimentado, grabado en la memoria, sea establecido como causa es la primera consecuencia de esta necesidad íntimamente sentida. Lo nuevo, no experimentado, extraño, queda excluido como causa. De modo que se busca como causa no un tipo de explicaciones, sino un tipo escogido y preferido de explicaciones, aquel que con más rapidez y frecuencia haya eliminado la sensación de lo extraño, nuevo, jamás experimentado las explicaciones más corrientes. Como consecuencia de esto, un determinado tipo de motivación causal prevalece cada vez más, se reduce a sistema y llega al fin a dominar, con exclusión de otras causas y explicaciones. El banquero piensa en seguida en el “negocio”, el cristiano en el “pecado” y la muchacha en su amor. Mis imposibles. Séneca: o el torero de la virtud. Rousseau: o el retorno a la Naturaleza in impuris naturalibus. -Schiller: o el trompeta moral de Säckingen. Dante: o la hiena que compone sus versos en tumbas.Kant: o cant como carácter inteligible.-Víctor Hugo: o el faro junto al mar del absurdo.-George Sand: o lactea ubertas, o sea, la vaca lechera con “estilo hermoso”.-Michelet: o el entusiasmo en mangas de camisa.-Carlyle: o el pesimismo como almuerzo mal digerido. John Stuart Mill: o la claridad agraviante. Les frères de Goncourt: o los dos Ayax trabados en lucha con Homero. Música de Offenbach. Zola: o “el deleite de heder”. Renan: Teología, o la corrupción de la razón por el “pecado original” (el cristianismo). Testimonio de ello es Renan, quien en cuanto arriesga un sí o no de carácter más bien general se equivoca con penosa regularidad. Quisiera, por ejemplo, aunar la science con la noblesse; pero es evidente que la science pertenece a la democracia. Desea, con no escasa ambición, representar un aristocratismo del espíritu; mas al mismo tiempo dobla la rodilla, y no solamente la rodilla ante la doctrina contraria, el évangile des humbles... ¡De nada sirven el librepensamiento, el modernismo, la ironía, etc., si íntimamente se sigue siendo cristiano, católico y aun sacerdote! Como un jesuita y confesor, Renan tiene la capacidad inventiva de la seducción; no le falta a su espiritualidad la amplia sonrisa de frailuco; como todos los sacerdotes, sólo se vuelve peligroso cuando ama. Nadie lo iguala en eso de adorar de una manera que entraña peligro mortal... Este espíritu de Renan, un espíritu que enerva, es una fatalidad más para la pobre Francia enferma, con la voluntad enferma. Sainte-Beuve: No tiene ni pizca de virilidad; rebosa un odio mezquino frente a todos los espíritus viriles. Vaga sutil, curioso, aburrido, fisgón; en el fondo, mujer, con un rencor y una sensualidad muy femenina. Como sicólogo, un genio de la maledicencia; pródigo, inagotable en medios para tal fin; nadie como él para emponzoñar elogiando. Plebeyo en sus instintos más soterrados y afín al resentimiento de Rousseau: por ende, romántico; pues bajo todo romantisme el instinto de Rousseau clama, rencoroso, venganza. Revolucionario, pero contenido ajustado por el miedo. Sin libertad ante todo lo que tiene fuerza (la opinión pública, la Academia, la Corte, hasta Port Royal). Furioso con todo lo grande en los hombres y las cosas, con todo lo que cree en sí. Lo suficientemente poeta y semi-mujer para sentir lo grande aun como poder; retorciéndose constantemente, como ese famoso gusano, porque constantemente se siente pisoteado. Como crítico, sin criterio ni sustancia, con el paladar del libertino cosmopolita para variadas cosas, pero sin tener valor ni siquiera para admitir el libertinaje. Como historiador, sin filosofía, sin el poder de la mirada filosófica; es, por consiguiente, por lo que en todos los asuntos principales repudia la tarea de juzgar bajo la máscara de la “objetividad”. Muy otra actitud observa ante todas las cosas donde un gusto refinado, gastado, es la más alta instancia; aquí si que tiene el valor de la autoafirmación, el deleite de la autoafirmación ; en esto es un maestro consumado. A juzgar por algunas páginas, una forma preliminar de Baudelaire. Al cristianismo no se le debe adornar ni engalanar: él ha hecho una guerra a muerte a ese tipo superior de hombre, él ha proscrito todos los instintos fundamentales de ese tipo, él ha extraído de esos instintos por destilación, el mal, el hombre malvado, - el hombre fuerte considerado como hombre típicamente reprobable, como “hombre réprobo”. El cristianismo ha tomado, partido por todo lo débil, bajo malogrado, ha hecho un ideal de la contradicción a los instintos de conservación de la vida fuerte; ha corrompido la razón incluso de las naturalezas dotadas de máxima fortaleza espiritual al enseñar a sentir como pecaminosos, como descarriadores, como tentaciones, los valores supremos de la espiritualidad. ¡El ejemplo más deplorable - la corrupción de Pascal, el cual creía en la corrupción de su razón por el pecado original, siendo así que sólo estaba corrompida por su cristianismo! Entre alemanes se me comprende en seguida cuando yo digo que la filosofía está corrompida por sangre de teólogos. El párroco protestante es el abuelo de la filosofía alemana, el protestantismo mismo, su peccatum originale. Definición del protestantismo: la hemiplejía del cristianismo - y de la razón... Basta pronunciar la palabra “Seminario [Stift] de Tübinger” para comprender qué es en el fondo la filosofía alemana - una filosofía artera... Los suabos son los mejores mentirosos en Alemania, mienten inocentemente... ¿A qué se debió el júbilo que, al aparecer Kant, recorrió el mundo de los doctos alemanes, compuesto en sus tres cuartas partes por hijos de párrocos y de maestros -, a qué el convencimiento alemán, que aún hoy sigue encontrando eco, de que con Kant comienza un giro hacia algo mejor? El instinto de teólogo existente en el docto alemán adivinó qué es lo que, a partir de ese momento, volvía a ser posible... Un camino fortuito hacia el viejo ideal quedaba abierto, el concepto “mundo verdadero”, el concepto de la moral como esencia del mundo (- ¡los dos errores más malignos que existen!) volvían a ser ahora, gracias a un escepticismo ladinamente inteligente, si no demostrables, tampoco ya refutables... La razón, el derecho de la razón no llega tan lejos... Se había hecho de la realidad una “apariencia”; y se había hecho de un mundo completamente mentido, el de lo que es, la realidad. El éxito de Kant es meramente un éxito de teólogos: Kant fue, lo mismo que Lutero, lo mismo que Leibniz, una rémora más en la honestidad alemana, nada firme de suyo

Estar zumbado.

Todos los factores anteriormente examinados, que diferencian los períodos de circulación de distintos capitales, invertidos en ramas industriales distintas, y también, por tanto, los períodos durante los cuales debe invertirse el capital, se presentan dentro del mismo proceso de producción, como ocurre con la distinción entre el capital fijo y el capital circulante, con la distinción en cuanto a los períodos de trabajo, etc. Sin embargo, el tiempo de rotación del capital es igual a la suma de su tiempo de producción y de su tiempo de circulación. Es, pues, lógico que, al variar la duración del tiempo de circulación varíe también, necesariamente, la del tiempo de rotación y, por tanto, la del período de ésta. Como más claramente se ve esto es comparando dos distintas inversiones de capital en que todos los demás factores modificativos de la rotación sean iguales y sólo varíen los tiempos de circulación, o tomando un capital dado, con una determinada composición de capital fijo y circulante, con un período de trabajo dado, etc., y en el que sólo varíen hipotética­mente los períodos de circulación. De putas en Barcelona Sí bien una parte de este producto de 500 libras esterlinas oro representa la plusvalía de sus productores, la suma en su totalidad se destina, sin embargo, a reponer el dinero necesario para la circulación de las mercancías. No interesa, para estos efectos, saber qué una parte se destina a convertir en dinero la plusvalía de las mercancías y que parte a hacer lo mismo con los demás elementos de valor contenidos en ellas. De putas en BCN Schopenhauer se sirvió de la concepción kantiana del pro­blema estético, –– aunque es del todo cierto que no lo con­templó con ojos kantianos. Kant pensaba que hacía un ho­nor al arte dando la preferencia y colocando en el primer plano, entre los predicados de lo bello, a los predicados que constituyen la honra del conocimiento: impersonalidad y validez universal. No es éste el sitio adecuado para discutir si, en lo principal, no era esto un error; lo único que quiero subrayar es que Kant, al igual que todos los filósofos, en lu­gar de enfocar el problema estético desde las experiencias del artista (del creador), reflexionó sobre el arte y lo bello a partir únicamente del «espectador» y, al hacerlo, introdujo sin darse cuenta al «espectador» mismo en el concepto «be­llo». ¡Pero si al menos ese «espectador» les hubiera sido bien conocido a los filósofos de lo bello! ––quiero decir, ¡co­nocido como un gran hecho y una gran experiencia perso­nales, como una plenitud de singularísimas y poderosas vi­vencias, apetencias, sorpresas, embriagueces en el terreno de lo bello! Pero me temo que ocurrió siempre lo contrario: y así, ya desde el mismo comienzo, nos dan definiciones en las que, como ocurre en aquella famosa que Kant da de lo bello, la ausencia de una más delicada experiencia propia se presenta con la figura de un gordo gusano de error básico. «Es bello, dice Kant, lo que agrada desinteresadamente»78. ¡Desinteresadamente! Compárese con esta definición aque­lla otra expresada por un verdadero «espectador» y artista ––Stendhal, que llama en una ocasión a lo bello une promes­se de bonheur 79 [una promesa de felicidad]. Aquí queda en todo caso repudiado y eliminado justo aquello que Kant destaca con exclusividad en el estado estético: le désintéres­sement [el desinterés]. ¿Quién tiene razón, Kant o Stendhal? –– Aunque es cierto que nuestros estéticos no se cansan de poner en la balanza, en favor de Kant, el hecho de que, bajo el encanto de la belleza, es posible contemplar «desin­teresadamente» incluso estatuas femeninas desnudas, se nos permitirá que nos riamos un poco a costa suya: –– las ex­periencias de los artistas son, con respecto a este escabroso punto, «más interesantes», y Pigmalión, en todo caso, no fue necesariamente un «hombre antiestético». ¡Pensemos tanto mejor de la inocencia de nuestros estéticos, reflejada en tales argumentos, consideremos, por ejemplo, como algo que honra a Kant lo que sabe enseñarnos, con la inge­nuidad propia de un cura de aldea, sobre la peculiaridad de sentido del tacto! 80. ––Y aquí volvemos a Schopenhauer, que tuvo con las artes una vinculación completamente distinta que Kant y que, sin embargo, no se libró del sortilegio de la definición kantiana: ¿cómo ocurrió esto? El asunto es bas­tante extraño: la expresión «desinteresadamente» Schopen­hauer la interpretó para el mismo de una manera persona­lísima, partiendo de una experiencia que, en él, tuvo que ser de las más normales. Sobre pocas cosas habla Schopen­hauer con tanta seguridad como sobre el efecto de la con­templación estética: le atribuye un efecto contrarrestador precisamente del «interés» sexual, es decir, parecido al de la lulupina y el alcanfor, y nunca se cansó de ensalzar, como la gran ventaja y utilidad del estado estético, ese liberarse de la «voluntad». Más aún, se podría estar tentado a preguntar si su concepción básica de Voluntad y representación, el pensa­miento de que tan sólo por medio de la «representación» puede haber una liberación de la «voluntad», no tuvo su origen en una generalización de aquella experiencia sexual. (Digamos de pasada que, en todas las cuestiones referentes a la filosofía schopenhaueriana, no debe olvidarse que se trata de la concepción de un joven de veintiséis años; de tal manera que esa filosofía no participa sólo de lo específico de Schopenhauer, sino también de lo específico de esa edad de la vida.) Oigamos, por ejemplo, uno de los pasajes más ex­presivos entre los innumerables escritos por él a honra del estado estético (El mundo como voluntad y representación, I, 231) 81, escuchemos el tono, el sufrimiento, la felicidad, el agradecimiento con que han sido dichas las siguientes pala­bras. «Este es el estado indoloro que Epicuro ensalzaba como el bien supremo y como el estado propio de los dioses; en ese instante estamos sustraídos al ruin acoso de la volun­tad, celebramos el sábado del trabajo forzado del querer, la rueda de Ixión se detiene...» ¡Qué vehemencia de las pala­bras! ¡Qué imágenes del tormento y del largo hastío! ¡Qué contraposición casi patológica de tiempos entre «ese ins­tante», por un lado, y, por otro, la «rueda de Ixión», el «tra­bajo forzado del querer», el «ruin acoso de la voluntad»! –– Pero suponiendo que Schopenhauer tuviese cien veces ra­zón en lo que respecta a su persona, ¿qué se habría logrado con esto para la comprensión de la esencia de lo bello? Schopenhauer ha descrito un solo efecto de lo bello, el efec­to calmante de la voluntad, –– pero ¿es éste siquiera un efec­to normal? Stendhal, como hemos dicho, naturaleza no me­nos sensual, pero de constitución más feliz que Schopen­hauer, destaca otro efecto de lo bello: «lo bello promete la felicidad», a él le parece que lo que de verdad acontece es precisamente la excitación de la voluntad («del interés») por lo bello. ¿Y no se le podría, en fin, objetar al mismo Scho­penhauer que él no tiene ningún derecho a creerse kantiano en esto, que no entendió en absoluto kantianamente la defi­nición kantiana de lo bello, –– que también a él lo bello le agrada por un «interés», incluso por el interés del torturado que escapa a su tortura?... Y volviendo a nuestra primera pregunta, «¿qué significa que un filósofo rinda homenaje al ideal ascético?», obtenemos aquí al menos una primera in­dicación: quiere escapar a una tortura. 82–– De putas Por tanto, el capital total de 900 libras desembolsado ha funcionado como capital productivo 5 2/3 veces en un año. Para los efectos de la producción de plusvalía es indiferente el modo como se distribuya el capital entre el período de producción y el de distribución, siempre que sea por partes iguales: tanto da que haya 450 libras esterlinas constantemente en el primero y 450 en el segundo o que las 900 libras esterlinas permanezcan 4½ semanas en uno y 4½ semanas en otro. De putas en Barcelona
Para simplificar los cálculos, partiremos de las siguientes bases: período de trabajo, 5 semanas; tiempo de circulación, 5 semanas; por consiguiente, ciclo de rotación en su conjunto, 10 semanas; año de 50 semanas e inversión de capital por semana, 100 libras esterlinas. El período de trabajo exigirá, por tanto, un capital circulante de 500 libras esterlinas y el tiempo de circulación un capital adicional de otras 500 libras. A base de estos datos, los períodos de trabajo y los ciclos de rotación se distribuirán del modo siguiente: Señoritas de compañía en Madrid La rebelión de los esclavos en la moral comienza cuando el resentimiento mismo se vuelve creador y engendra valores: el resentimiento de aquellos seres a quienes les está vedada la auténtica reacción, la reacción de la acción, y que se des­quitan únicamente con una venganza imaginaria. Mientras que toda moral noble nace de un triunfante sí dicho a sí mismo, la moral de los esclavos dice no, ya de antemano, a un «fuera», a un «otro», a un «no-yo»; y ese no es lo que constituye su acción creadora. Esta inversión de la mirada que establece valores –– este necesario dirigirse hacia fuera en lugar de volverse hacia sí –– forma parte precisamente del re­sentimiento: para surgir, la moral de los esclavos necesita siempre primero de un mundo opuesto y externo, necesita, hablando fisiológicamente, de estímulos exteriores para poder en absoluto actuar, –– su acción es, de raíz, reacción. Lo contrario ocurre en la manera noble de valorar: ésta ac­túa y brota espontáneamente, busca su opuesto tan sólo para decirse si a sí misma con mayor agradecimiento, con mayor júbilo, –– su concepto negativo, lo «bajo», «vulgar», «malo», es tan sólo un pálido contraste, nacido más tarde, de su concepto básico positivo, totalmente impregnado de vida y de pasión, el concepto «¡nosotros los nobles, nosotros los buenos, nosotros los bellos, nosotros los felices!». Cuándo la manera noble de valorar se equivoca y peca con­tra lá realidad, esto ocurre con relación a la esfera que no le es suficientemente conocida, más aún, a cuyo real conoci­miento––sé’ opone con aspereza: no comprende a veces la es­fera despreciada por ella, la esfera del hombre vulgar del pueblo bajo; por otro lado, téngase en cuenta que, en todo caso, el afecto del desprecio, del mirar de arriba abajo, del mirar con superioridad, aun presuponiendo que falsee la imagen de lo despreciado, no llegará ni de lejos a la falsifi­cación con que el odio reprimido, la venganza del impoten­te atentarán contra su adversario ––in effigie [en efigie], natu­ralmente––. De hecho en el desprecio se mezclan demasiada negligencia, demasiada ligereza, demasiado apartamiento de la vista y demasiada impaciencia, e incluso demasiado júbi­lo en sí mismo, como para estar en condiciones de transfor­mar su objeto en una auténtica caricatura y en un espanta­jo. No se pasen por alto las nuances [matices] casi benévo­las que, por ejemplo, la aristocracia griega pone en todas las palabras con que diferencia de sí al pueblo bajo; obsérvese cómo constantemente se mezcla en ellas, azucarándolas, una especie de lástima, de consideración, de indulgencia, hasta el punto de que casi todas las palabras que convienen al hombre vulgar han terminado por quedar como expre­siones para significar «infeliz», «digno de lástima» (véase ςελός [miedoso], δείλαιος [cobarde], πονηρός [vil], μοχνηρός [mísero], las dos últimas caracterizan propia­mente al hombre vulgar como esclavo del trabajo y animal de carga) –– y cómo, por otro lado, «malo», «infeliz», no de­jaron jamás de sonar al oído griego con un tono único, con un timbre en el que prepondera «infeliz»: y esto como he­rencia de la antigua manera de valorar más noble, aristocrá­tica, la cual no reniega de sí misma ni siquiera en el despre­cio (––a los filólogos recordémosles en qué sentido se usan οϊζνρόςς [miserable], άνολβος [desgraciado], τλήμων [resignado], δνςτνχεϊν [fracasar, tener mala suerte], ξνμφορα [desdicha]). Los «bien nacidos» se sentían a sí mismos cabalmente como los «felices»; ellos no tenían que construir su felicidad artificialmente y, a veces, persuadirse de ella, mentírsela, mediante una mirada dirigida a sus ene­migos (como suelen hacer todos los hombres del resenti­miento); y asimismo, por ser hombres íntegros, repletos de fuerza y, en consecuencia, necesariamente activos, no sabían separar la actividad de la felicidad, –– en ellos aquélla formaba parte, por necesidad, de ésta (de aquí procede el εύπραττειν [obrar bien, ser feliz])––todo esto muy encon­traposición con la felicidad al nivel de los impotentes, de los oprimidos, de los llagados por sentimientos venenosos y hostiles, en los cuales la felicidad aparece esencialmente como narcosis, aturdimiento, quietud, paz, «sábado», dis­tensión del ánimo y relajamiento de los miembros, esto es, dicho en una palabra, como algo pasivo. Mientras que el hombre noble vive con confianza y franqueza frente a sí mismo (γενναϊος, «aristócrata de nacimiento», subraya la nuance [matiz] «franco» y también sin duda «ingenuo»), el hombre del resentimiento no es ni franco, ni ingenuo, ni honesto y derecho consigo mismo. Su alma mira de reojo; su espíritu ama los escondrijos, los caminos tortuosos y las puertas falsas, todo lo encubierto le atrae como su mundo, su seguridad, su alivio; entiende de callar, de no olvidar, de aguardar, de empequeñecerse y humillarse transitoriamen­te. Una raza de tales hombres del resentimiento acabará ne­cesariamente por ser más inteligente que cualquier raza no­ble, venerará también la inteligencia en una medida del todo distinta: a saber, como la más importante condición de existencia, mientras que, entre hombres nobles, la inteli­gencia fácilmente tiene un delicado dejo de lujo y refina­miento: –– en éstos precisamente no es la inteligencia ni mu­cho menos tan esencial como lo son la perfecta seguridad funcional de los instintos inconscientes reguladores o inclu­so una cierta falta de inteligencia, así por ejemplo el vale­roso lanzarse a ciegas, bien sea al peligro, bien sea al ene­migo, o aquella entusiasta subitaneidad en la cólera, el amor, el respeto, el agradecimiento y la venganza, en la cual se han reconocido en todos los tiempos las almas no­bles. El mismo resentimiento del hombre noble, cuando en él aparece, se consuma y agota, en efecto, en una reac­ción inmediata y, por ello, no envenena: por otro lado, ni siquiera aparece en innumerables casos en los que resulta inevitable su aparición en todos los débiles e impotentes. No poder tomar mucho tiempo en serio los propios con­tratiempos, las propias fechorías ––tal es el signo propio de naturalezas fuertes y plenas, en las cuales hay una sobrea­bundancia de fuerza plástica, remodeladora, regenerado­ra, fuerza que también hace olvidar (un buen ejemplo de esto en el mundo moderno es Mirabeau, que no tenía me­moria para los insultos ni para las villanías que se come­tían con él, y que no podía perdonar por la única razón de que –– olvidaba). Un hombre así se sacude de un solo golpe muchos gusanos que en otros, en cambio, anidan subte­rráneamente; sólo aquí es también posible otra cosa, supo­niendo que ella sea en absoluto posible en la tierra ––el au­téntico «amor a sus enemigos». ¡Cuánto respeto por sus enemigos tiene un hombre noble! –– y ese respeto es ya un puente hacia el amor... ¡El hombre noble reclama para sí su enemigo como una distinción suya, no soporta, en efecto, ningún otro enemigo que aquel en el que no hay nada que despreciar y sí muchísimo que honrar! En cambio, imagi­némonos «el enemigo» tal como lo concibe el hombre del resentimiento ––y justo en ello reside su acción, su crea­ción: ha concebido el «enemigo malvado», «el malvado», y ello como concepto básico, a partir del cual se imagina también, como imagen posterior y como antítesis, un «bueno» –– ¡él mismo!... Girls valencia La fórmula implícita en toda religión y moral reza “¡Haz esto y aquello, no hagas esto ni aquello; así alcanzarás la felicidad! De lo contrario...” Toda mo­ral, toda religión, es este imperativo, al que yo llamo gran pecado original de la razón, inmortal sinrazón. En boca mía, esa fórmula se convierte en su inversión, primer ejemplo de mi “transmutación de todos los va­lores”: el hombre armonioso, el “afortunado”, no pue­de meteos que cometer determinados actos e instinti­vamente rehúye otros; introduce el orden que fisioló­gicamente encarna en sus relaciones con los hombres y las cosas. He aquí la fórmula correspondiente: su virtud es el efecto de su felicidad... La vida larga y la prole numerosa no son el premio de la virtud, sino que la virtud es ese retardo del metabolismo que, en­tre otras cosas, determina también una vida larga y una prole numerosa, en una palabra, el cornarismo. La Iglesia y la moral dicen: “el vicio y el lujo arrui­nan a los linajes y a los pueblos”. Mi razón restau­rada dice: “cuando un pueblo se arruina, cae en la degeneración fisiológica y se originan el vicio y el lujo (esto es, la necesidad de estímulos cada vez más fuertes y más frecuentes, como la conoce todo ser agotado). De putas en Barcelona Fijémonos en la primera etapa de producción de cinco semanas del capital B. Al final de la 5ª semana se han empleado y consumido 500 libras esterlinas. El producto de valor es = 1,000 libras por tanto Escort de lujo en Barcelona En todos los casos investigados se parte del supuesto de que tanto el período de trabajo como el período de circulación se mantienen invariables a lo largo de todo el año, en la industria de que se trate. Este supuesto era necesario, si se quería averiguar la influencia del tiempo de circulación sobre la rotación y el desembolso de capital. El hecho de que en la realidad ese supuesto no se presente de modo incondicional, y a veces no se presente de manera alguna, no altera para nada los términos del problema. Relax en Castellón En ciertos casos, el desgaste y, por tanto, su reposición constituye una magnitud prácticamente insignificante, y sólo figuran en cuenta los gastos de reparaciones. Lo que Lardner dice a continuación refiriéndose a las works of art en los ferrocarriles es aplicable en general a todas las obras permanentes de esta clase, canales, muelles, puentes de hierro y de piedra, etc. “El desgaste producido en las obras más sólidas por la acción lenta del tiempo es casi imperceptible durante períodos cortos; sin embargo, al cabo de un período de tiempo largo, por ejemplo, de siglos, ese desgaste impone hasta en las más sólidas construcciones una renovación total o parcial. Este desgaste imperceptible, puesto en relación con el desgaste más sensible que afecta a otras partes de la vía férrea podría compararse a las desigualdades seculares y periódicas que se observan en el movimiento de los astros. La acción del tiempo sobre las construcciones más sólidas de un ferrocarril, los puestos, los túneles, los viaductos, etc., puede servir de ejemplo de lo que podríamos llamar un desgaste secular. La depreciación más rápida y más sensible que se ataja en períodos más cortos de tiempo mediante reparaciones o reposiciones presenta cierta analogía con las desigualdades periódicas. Los gastos anuales de reparación incluyen también la reparación de los daños fortuitos que experimenta de tiempo en tiempo la parte exterior de todas las construcciones, hasta de las más sólidas; pero, aún independientemente de estas reparaciones, los años no pasan en balde para ellas y llega necesariamente, por mucho que tarde, un día en que su estado exige su reconstrucción. Claro está que este día puede estar todavía muy lejos desde el punto de vista financiero y económico, para ser tenido en cuenta prácticamente” (Lardner, Railway Economy, pp. 38 y 39). sex Madrid
El régimen capitalista de producción disminuye los gastos de transporte para cada mercancía al desarrollar los medios de transporte y comunicación y mediante la concentración –la magnitud de la escala– del transporte. Aumenta la parte del trabajo social, vivo y materializado, que se invierte en el transporte de mercancías, en primer lugar al transformar en mercancías la mayor parte de los productos y en segundo lugar al sustituir los mercados locales por otros más alejados. Barcelona escort Después de exponer, como vemos, que el valor del producto, en la manufactura, = v + p (donde p = ganancia del capitalista), A. Smith nos dice que en la agricultura los obreros, además de reproducir “un valor igual al de su propio consumo, o bien un valor igual al capital" (variable) "del que los emplea, conjuntamente con los beneficios correspondientes" “además del capital del labrador y de sus beneficios, ocasionan la reproducción de la renta del terrateniente" (libro II, cap. V, p. 328). El hecho de que la renta pase a manos del terrateniente es de todo punto indiferente para el problema que aquí nos ocupa. Para poder pasar a sus manos, tiene que encontrarse en manos del arrendatario, es decir, del capitalista industrial. Tiene necesariamente que constituir un elemento integrante del valor del producto, antes de poder convertirse en renta para nadie. Por tanto, el propio A. Smith concibe la renta y la ganancia como simples partes integrantes de la plusvalía, que el obrero productivo reproduce constantemente a la par que su propio salario, es decir, a la par que el valor del capital variable. Renta y ganancia son, por consiguiente, dos partes de la plusvalía p, por cuya razón el precio de todas las mercancías, según A. Smith, se descompone en v + p. http://www.eclipsesexual.com

Poner a alguien en un brete.

Cualquiera que sea la razón que explique el que el proceso de producción sea más largo que el proceso de trabajo –bien porque haya medios de producción que sólo representan un capital productivo y se hallen, por tanto, en una fase previa del verdadero proceso de producción, bien porque su función se interrumpa dentro de este proceso, por sus pausas, o bien, finalmente, porque el mismo proceso de producción imponga ciertas interrupciones del proceso de trabajo–, los medios de producción no absorben trabajo, en ninguno de estos casos. Y, no absorbiendo trabajo, no absorben tampoco, como es natural, trabajo sobrante. No se produce, por tanto, ninguna valorización del capital productivo, mientras éste permanece en la parte de su tiempo de producción que rebasa el tiempo de trabajo, por muy inseparable que pueda ser de estas pausas el proceso de valorización, en su plena efectividad. Es evidente que cuanto más coincidan el tiempo de producción y el tiempo de trabajo, mayores serán la productividad y la valorización de un determinado capital productivo dentro de un plazo dado. De aquí la tendencia de la producción capitalista a acortar lo más posible el exceso del tiempo de producción sobre el tiempo de trabajo. Sin embargo, aunque el tiempo de producción del capital puede diferir de su tiempo de trabajo, éste se halla siempre contenido en aquél y el propio exceso es condición del mismo proceso de producción. El tiempo de producción es siempre, por tanto, el tiempo durante el cual el capital produce valores de uso y se valoriza a sí mismo, funcionando, por consiguiente, como capital productivo, aunque durante una parte de ese tiempo permanezca latente o produzca sin valorizarse. www.escortbarcelona.com.es 4) La rotación del valor del capital desembolsado se diferencia, por tanto, de su período real de reproducción o del periodo real de rotación de sus partes integrantes. Supongamos que un capital de 4,000 libras esterlinas de, por ejemplo, cinco vueltas al año. El capital que describe la rotación será, por tanto, 5 X 4,000 = 20,000 libras esterlinas. Pero lo que revierte al final de cada rotación, para volver a desembolsarse, es el capital de 4,000 libras primitivamente desembolsado. Su magnitud no cambia por virtud del número de períodos de rotación durante los cuales vuelve a funcionar como ca­pital. (Se prescinde aquí de la plusvalía.) call girl madrid “Los gastos que son necesarios para conservar el capital fijo deben excluirse evidentemente de la renta neta de la sociedad. Nunca forman parte de ella aquellos materiales que son indispensables para conservar las máquinas y los instrumentos útiles... ni el producto del trabajo necesario para elaborar aquellos materiales en la forma adecuada. Es verdad que el precio de este trabajo puede constituir una parte de esa renta, pues el operario empleado en ese menester puede reservar para su consumo inmediato el valor total de sus jornales. Pero en otras especies de trabajo tanto el precio" (es decir, el salario abonado por este trabajo) “como su producto" (en que este trabajo se materializa) “van a parar a ese fondo; a saber, el precio al fondo del obrero, y el producto al de otras gentes, cuyo alimento, comodidades y distracciones aumentan con el trabajo de aquellos operarios" (libro. II, cap. II, p. 260). www.girlsbcn.com Y ahora, permítaseme que traiga aquí una vieja historia. videos de chicas Por tanto, la relación o razón de valor hace que la forma natural de la mercancía B se convierta en la forma de valor de la mercan­cía A o que la materialidad corpórea de la primera sirva de espejo de valor de la segunda.20 |Al referirse a la mercancía B como ma­terialización corpórea de valor, como encarnación material de trabajo humano, la mercancía A convierte el valor de uso B en material de su propia expresión de valor. El valor de la mercancía A expre­sado así, es decir, expresado en el valor de uso de la mercancía B, reviste la forma del valor relativo. acompañantes marbella Nuestra traducción sólo abarca el primer volumen de la obra. Sin embargo, este primer volumen forma casi una unidad y ha sido considerado durante veinte años como un todo independiente. El segundo volumen, editado por mí en alemán en 1885, requiere como complemento, evidentemente, el tercero, que no verá la luz hasta fines de 1887. Cuando aparezca en su versión original alemana este tercer volumen habrá tiempo de pensar en preparar una edición inglesa de ambos tomos. masajes barcelona Las inverosímiles adulteraciones del pan, extendidas sobre todo en Londres, fueron descubiertas y proclamadas por primera vez por el Comité "sobre adulteración de alimentos" nombrado por la Cámara de los Comunes (1850–1856) y por la obra del Dr. Hassal "Adulterations detected".42 Fruto de estas revelaciones fue la ley dictada el 6 de agosto de 1860 "for preventing the adulteration of articles of food and drink" (53) ley perfectamente infructuosa, ya que en ella, como es lógico, se adopta la más delicada actitud para con todo aquel industrial que se propone "to turri an honest periny"(54) por medio de la compra y venta de artículos adulterados.43 Por su parte, el Comité formuló, más o menos candorosamente, su persuasión de que el comercio libre versaba sustancialmente sobre materias adulteradas o "sofisticadas", como dicen los ingleses, con ingeniosa frase. Es cierto; estos "sofistas" saben más que Protágoras en eso de convertir lo negro en blanco o viceversa y aventajan a los eléatas en el arte de demostrar ad oculos(55) la mera apariencia de todo lo real .44

La época inmediatamente anterior a la abolición de las leyes cerealistas alumbró con nuevos destellos la situación de los obreros del campo. Por una parte, los agitadores burgueses estaban interesados en demostrar cuán poco protegian aquellas leyes protectoras a los verdaderos productores de trigo. De otro lado, la burguesia industrial se encabritaba de rabia al ver cómo los aristócratas de la tierra denunciaban los abusos fabriles, con qué afectada simpatía estos distinguidos haraganes corrompidos y desalmados se dolían de los sufrimientos de los obreros de las fábricas y con qué “celo diplomático” abogaban por una legislación fabril. Hay un proverbio inglés que dice que cuando dos ladrones riñen siempre se sale ganando algo. Y en efecto, esta disputa ruidosa y apasionada entre las dos fracciones de la clase gobernante sobre cuál de las dos explotaba más desvergonzadamente a los trabajadores, contribuyó al alumbramiento de la verdad en ambos frentes. La aristocrática campaña filantrópica antifabril estaba capitaneada por el conde de Shaftesbury, alias lord Ashley. Por eso este personaje constituye, desde 1844 a 1845, un tema predilecto en las revelaciones del Morning Chronicle acerca de la situación de los obreros del campo. Este periódico, el órgano liberal más importante de la época, mandó a los distritos agrícolas enviados especiales, que no se contentaban, ni mucho menos, con descripciones generales y estadísticas, sino que, además, publicaban los nombres de las familias obreras investigadas y los de sus explotadores, los terratenientes. A continuación, reproducimos una lista de jornales correspondiente a tres aldeas de las inmediaciones de Blanford, Wimbourne y Poole. Las aldeas son propiedad de Mr. G. Bankes y del conde de Shaftesbury. escorts bilbao 130 He aquí lo que observa acerca de esto un ricardiano, saliendo al paso de las necedades de J. B. Say: "Al desarrollarse la división del trabajo, la pericia del obrero sólo encuentra cabida en aquella rama concreta en la cual la adquirió; el propio obrero se convierte en una especie de máquina. De nada sirve, pues, absolutamente de nada, decir como una cotorra que las cosas tienden siempre a encontrar su nivel. Hay que mirar cara a cara la realidad y ver que las cosas no podrán encontrar su nivel durante mucho tiempo y que, sí lo encuentran, este nivel es más bajo que al iniciarse el proceso." (An Inquiry into those Principles respecting the Nature of Demand, etc., Londres, 1821, p. 72.) saunas girona Esta revolución industrial que se desarrolla como un proceso natural y espontáneo, es acelerada artificialmente al hacerse extensivas las leyes fabriles a todas las ramas industriales en que trabajan mujeres, jóvenes y niños. La reglamentación coactiva de la jornada de trabajo, su duración, pausas, momento inicial y final, el sistema de relevos para los niños, la prohibición de admitir en el trabajo a niños inferiores a cierta edad, etc., obligan, de una parte, a aumentar la maquinaria,191 y a sustituir los músculos por el vapor como fuerza motriz.192 De otra parte, para ganar en el espacio lo que se perdía en el tiempo, se extienden y desarrollan los medios de producción empleados colectivamente, los hornos, los locales, etc., es decir, se acentúa la concentración de los medios de producción, con la consiguiente aglomeración de obreros en los mismos lugares de trabajo. En realidad, la objeción principal que esgrime y repite apasionadamente toda manufactura amenazada con la aplicación de la ley fabril es la necesidad de desembolsar mayores capitales para mantener a la industria en su nivel anterior. Por lo que se refiere a las formas intermedias entre la manufactura y el trabajo a domicilio y a este mismo en particular, su base se derrumba al limitarse la jornada de trabajo y restringirse el trabajo infantil. Su capacidad para competir con la nueva industria no tiene más base que la explotación ilimitada de fuerza de trabajo barata. BCN Box El régimen feudal, en el campo, y en la ciudad el régimen gremial, impedían al dinero capitalizado en la usura y en el comercio convertirse en capital industrial.58 Estas barreras desaparecieron con el licenciamiento de las huestes feudales y con la expropiación y desahucio parciales de la población campesina. Las nuevas manufacturas habían sido construidas en los puertos marítimos de exportación o en lugares del campo alejados del control de las antiguas ciudades y de su régimen gremial. De aquí la lucha rabiosa entablada en Inglaterra entre los corporate towns (140) y los nuevos viveros industriales. impresión digital El paso de la forma I a la forma II y el de ésta a la forma III, entraña cambios sustanciales. Por el contrario, la forma IV no se distingue de la forma III sino en que aquí es el oro el que viene a sustituir al lienzo en su papel de forma de equivalente general. En la forma IV, el oro desempeña la función de equivalente general que, en la forma III, correspondía al lienzo. El progreso consiste pura y simplemente en que ahora la forma de cambiabilidad directa y general, o sea la forma de equivalente general, se adhiere definiti­vamente, por la fuerza de la costumbre social, a la forma natural específica de la mercancía oro. bares de copas en alicante Bajo la restauración de los Estuardos, los terratenientes impusieron legalmente una usurpación que en todo el continente se había llevado también a cabo sin necesidad de los trámites de la ley. Esta usur­pación consistió en abolir el régimen feudal del suelo, es decir, en transferir sus deberes tributarios al Estado, “indemnizando” a éste por medio de impuestos sobre los campesinos y el resto de las masas del pueblo, reivindicando la moderna propiedad privada sobre fincas en las que sólo asistían a los terratenientes títulos feudales y, finalmente, dictando aquellas leyes de residencia (laws of settlement) que, mutatis mutandis, ejercieron sobre los labradores ingleses la misma in­fluencia que el edicto del tártaro Boris Godunof sobre los campesinos rusos. guia ocio lleida Además, esta inversión sólo existe para una de las tres partes que intervienen en el trato. El capitalista compra la mercancía a A y la revende a B; en cambio, el poseedor simple de mercancías vende su mercancía a B, para luego comprar otra a A. Para los con­tratantes A y B, esta diferencia a que nos referimos no existe. Ellos sólo actúan como comprador y vendedor de mercancías, respecti­vamente. A su vez, el tercero se enfrenta con ellos, según los casos, como simple poseedor de dinero o como poseedor de mercancías, como comprador o vendedor; unas veces, este tercero es respecto a uno de los contratantes un simple comprador y respecto al otro un simple vendedor, para el uno dinero y para el otro mercancía, y para ninguno de los dos capital o capitalista; es decir, represen­tante de algo superior al dinero o a la mercancía y capaz de pro­ducir efectos distintos a los de la mercancía o a los del dinero. Para este tercero, el hecho de comprar a A y de vender a B son dos fases lógicas de un mismo proceso. Pero entre estos dos actos sólo para él existe una ilación lógica. A no se preocupa en lo más mínimo www.pisobcn.com 43 La economía clásica no llegó jamás a comprender en su verdadera trascendencia este importante factor de la reproducción, por no haber sabido analizar certeramente el análisis del proceso de trabajo y de creación de valor. Esto puede verse, v. gr., en Ricardo. Este autor dice, por ejemplo: cualesquiera que sean los cambios operados en la fuerza productiva, "un millón de hombres, en las fábricas, producen siempre el mismo valor." Lo cual es cierto, si partimos, como de supuestos dados, de la extensión y la intensidad de su trabajo. Pero esto no impide, y Ricardo no lo tiene en cuenta en algunas de sus deducciones, que un millón de hombres conviertan en producto masas muy diversas de medios de producción, según el grado de productividad de su trabajo, conservando, por tanto, en sus productos masas de valor muy distintas, y creando, por consiguiente, valores de productos muy diferentes. Diremos de pasada que, a la luz de este ejemplo, Ricardo se esfuerza en vano por explicarle a J. B. Say la diferencia entre valor de uso (que él llama aquí wealth, riqueza material) y valor de cambio. Say contesta: "Por lo que se refiere a La dificultad aducida por Ricardo cuando dice que, con mejores procedimientos, un millón de hombres pueden producir el doble y hasta el triple de riqueza, sin crear por ello más valor, diremos que esta dificultad desaparece si, como debe hacerse, se considera la producción como un intercambio en el que se entregan los servicios productivos del trabajo, de la tierra y del capital, para obtener a cambio de ello productos. Por medio de estos servicios productivos, obtenemos todos los productos que hay en el mundo...Por consiguiente..., seremos tanto más ricos, y nuestros servicios productivos tendrán tanto más valor cuanto mayor sea la cantidad de objetos útiles que nos aporten, en ese intercambio a que llamamos producción." (J. B. Say, Lettres à M. Malthus, París, 1820, pp. 168 y 169.) La dificultad –difilcultad existente para él, no para Ricardo– que Say quiere explicar es ésta: ¿por qué no aumenta el valor de los valores de uso, cuando su cantidad crece, al intensificarse la fuerza productiva del trabajo? Respuesta: la dificultad se resuelve llamando al valor de uso, porque sí, valor de cambio. Valor de cambio es aquello que se halla relacionado de un modo o de otro con el intercambio. Por tanto, no hay más que llamar a la producción "intercambio" de trabajo, y medios de producción a los productos, y se verá claro como el agua que cuanto más valor de uso se obtenga de la producción, más valor de cambio se adquirirá. 0, dicho en otros términos: cuantos más valores de uso, más medias, por ejemplo, suministre al fabricante de medias una jornada de trabajo, más rico será en medias este fabricante. Pero, de pronto, a Say se le ocurre pensar que, "al aumentar la cantidad" de medías. desciende su "precio" (el cual, naturalmente, no tiene nada que ver con el valor de cambio), "porque la concurrencia les obliga (a los productores) a dar los productos por lo que les cuestan". Pero, ¿de dónde proviene la ganancia, si el capitalista vende las mercancías al precio que a él le cuestan? Never mind ! (121) Say afirma que ahora, al crecer la productividad, en vez de un par de medias se entregan dos por el mismo equivalente; en vez de dos, cuatro, etc. El resultado a que llega por este camino es precisamente la tesis de Ricardo, que trataba de refutar. Después de este formidable esfuerzo mental, se encara con Malthus y le apostrofa con estas palabras de triunfo: "Tal es, señor mío, la doctrina, muy bien cimentada, sin la cual, lo declaro, no podrían resolverse los problemas más difíciles de la economía política y sobre todo el de saber cómo una nación puede enriquecerse cuando sus productos disminuyen de valor, a pesar de que la riqueza representa valor" (ob. c., p. 170). Un economista inglés observa, comentando estos y otros parecidos artificios de las Letters de Say: "Estas maneras afectadas de charlar ("those affected ways of talking") forman en conjunto lo que el señor Say gusta de llamar su doctrina, doctrina que aconseja a Malthus que enseñe en Hertford, como se hace ya 'en varias partes de Europa'." Dice nuestro autor: "Si encuentra usted en todas estas afirmaciones un carácter paradójico, observe las cosas que expresan, y me atrevo a creer que entonces le parecerán muy sencillas y muy razonables. Ciertamente, y al mismo tiempo y por obra del mismo proceso, se demostrará que son cualquier cosa menos originales o importantes." (An Inquiry into those Principles respecting Nature of Demand, etc., p. 116 y 110.)

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